2006/04/05

Una reflexión sobre la actual globalización

Realmente está escrito en plena Primera Guerra Mundial, pero parece escrito con 100 años de adelanto:
“El empuje de expansión imperialista del capitalismo, como expresión de su más elevada madurez y del último período de su vida, tiende a transformar desde el punto de vista económico todo el planeta en un mundo productor capitalista, aniquilando todas las formas productoras y sociales atrasadas y precapitalistas, a convertir en capital todas las riquezas de la tierra y todos los medios de producción, a transformar a las masas populares trabajadoras de todos los países en esclavos asalariados. En África y en Asia, desde el cabo Norte al cabo de Hornos y hasta los mares del Sur, los restos de las viejas comunidades del comunismo primitivo, las relaciones feudales de dominio, las economías campesinas patriarcales y las antiquísimas producciones artesanales son destruidas y pisoteadas por el capitalismo, que aniquila pueblos enteros y borra del mapa viejas culturas, para colocar en su lugar la producción de beneficio en su forma más moderna. Esta brutal marcha triunfal del capital en el mundo, iniciada y acompañada por todos los medios: la violencia, el robo y la infamia, tenía su lado “bueno”: creó las condiciones para su ruina definitiva, creó el dominio mundial capitalista al que debe seguir la revolución mundial socialista. Este fue el único aspecto cultural y progresista de la llamada gran obra cultural en los países primitivos. Para los economistas y políticos burgueses los ferrocarriles, las cerillas suecas, el alcantarillado y las tiendas representan “progreso” y “cultura”. Estas obras por sí mismas, implantadas sobre condiciones económicas primitivas, no representan ni civilización ni progreso, pues paga al precio de la ruina económica y cultural de los pueblos, que han sufrido a un tiempo todos los padecimientos y horrores de dos épocas: la de las lecciones del poder tradicionales de la economía natural y de la más moderna y sutil explotación capitalista. Sólo como condición material de la supresión de la dominación del capital y de la supresión de la sociedad de clases, las obras producto de la marcha triunfal del capitalismo en el mundo llevan el sello del progreso, entendido en amplio sentido histórico. En este sentido, el imperialismo trabaja, en última instancia, para nosotros”.
Rosa Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia, 1916.

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